viernes, 19 de diciembre de 2014

El final sin comienzo.



Final.


(Ilustración de Yutaka Nanten, tomada de www.zerochan.net)



En mi vida han terminado
más acontecimientos
de los que han empezado.

Me ha marcado el sonido
de las puertas al cerrarse,
no importa que tan igual es el movimiento,
siempre hace más eco
que al abrirse.

Metáforas tal cual: “la vida es un sueño”,
uno que puede terminar con un “¡bang!”,
me recuerdan que despertar,
abrir los ojos o cerrarlos,
también puede ser un final.
Al final, la vida es un absurdo,
como el estrellado automóvil de Camus.

Que duele más un beso
al acabar,
que duele más,
duele mucho más.
Duele más extrañar
que rememorar,
que la alegría se acaba,
que el dolor siempre es un final.

No importa
que tan predecible pueda ser,
aunque se le quiera dar dignidad:
un final, es un final.
Aunque “el muerto goce de buena salud”,
muerto está.

¡¿Qué más puedo decir?!
¿Qué lo siento tanto?
¿Ofrecerles sinceras disculpas?
Pero, es que…
….siempre he tenido una ligera
inclinación por los finales.

Por: JEF(2014, fecha de la publicación)

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Dulce niña n° III



"Don’t you cry for the lost,
smile for the living
(Passenger)

Te amaré… aunque tenga final
(Silvio Rodríguez)
Seré mi propio consuelo…

Por vos, por mí, por ambos,
por ese diminuto universo
que es mi corazón.
Consolaré… lo haré,
por alguna exigencia,
de algún Dios.
Por el mundo entero y
por ese gran universo,
que nos ha reglado el amor.

Consolaré la infinita tristeza
que prolifera en las contrariedades,
lo haré con la llama ardiente
de todos aquellos mártires,
sacrificados por verdad y amor.

Tomaré todo el dolor
que arrastra la sensibilidad
e inseguridad mesiánica,
y como Pedro mártir
la crucificaré de cabeza,
en la fe de mi corazón,
para expiar pecados
de los amores imposibles.

En la tumba de la crucifixión
inmaculadamente grabadas
se han de consagrar
todos los sacrificios que aguantó
el desastre del Levítico,
y harán hipóstasis en un primer
y último gran beso,
en la despedida sin adiós.

Consolaré… las lágrimas,
los sollozos, los gemidos,
las almohadas empapadas,
de vida y aroma,
la frustración ante lo imposible.
Consolaré… lo haré.
Lo consolaré con el ángel de mi memoria,
con los milagros compartidos,
con lo cotidiano e imposible
que no es cuantificable,
que ya ha sido materializado y fue vivible.
Que ha sido prueba inevitable,
de que nuestro amor existió.

 Por JEF (fecha de la publicación)

domingo, 19 de octubre de 2014

Dulce niña n°II

Una señal.

Aveces no doy a basto,
no soy suficiente.
En tus brazos presente,
refugiado, a salvo y fuerte.
En la distancia, ausente...
A merced de mi mismo,
verdugo indulgente,
al borde de un abismo,
siento un empujón inminente.

Y es que en esto
de no encancelar,
me aterra perderte,
sin siquiera tenerte,
me aterra perderme...

A vos te amo en el cielo,
danzando en los versos de tu belleza,
ballerina de mi vida, heroína de proezas,
libre yo en la cárcel de mi hogar,
dame una señal de que no debo volver.

Y es que...

Miedos inseguridades,
monstruos bajo mi cama.
Aveces no doy a basto,
no me siento suficiente.

En vos confío.

(Por: JEF, 2014, fecha de la publicación en la entrada)

viernes, 3 de octubre de 2014

Dulce niña



¡Uy! ¡Qué chiquita!

El mapa se guiaba
por líneas de dulzura,
coronada una “equis” roja,
con incerteza, algarabía y congoja.
emprendí mi aventura
con sutileza, ternura
y mil ilusiones,
bajo tempestad de emociones,
al tesoro y mi fortuna.

Estilizada silueta,
tremenda intensidad,
nada escueta.
Una mirada café sostenida,
y una sonrisa de santidad,
reflexión, descaro y seguridad;
entusiasmo y voluntad emergida,
siendo ella musa y poema,
erario y guía .

Hermosa, preciosa, bella, guapa…
… Simplemente vos.

La “equis” en el mapa,
el destino,
anhelado y prometido,
llevaba de nuevo a mi hogar.

Sin embargo, no pude esgrimir
fuerza, gallardía, ataraxia;
pues al sostener tu mano,
al  tocar galaxia;
intentar trastabillado
cual niño que aprende a caminar,
sentirme confiado,
a esa maternal mano aferrado,
del tesoro cerca estar,
sentir cuando la guía me iba a soltar,
caer, sin gimotear y gatear
entrar desilusionado,
al inicio del viaje estar.

Vuelvo a este despertar,
que llamo hogar
¡Magnífico lugar!
Con esa sensación,
inefable de melancolía y nostalgia,
entregado al camino,
guiado por magia
y ahora añora volver a viajar.
¿Es ese mi destino?
¡No! ¡A un mausoleo llega todo caminar!

Sin ningún rencor,
por mucho fue lo mejor.
Pero, deberás entender cuando…
… Vuelva a El Candil,
a sostenerle la mano a la nada.

domingo, 20 de julio de 2014

De Demócrito y el amor

Vacio entre átomos

Es ignorante, pues,
aquel que rehuye
de encontrarse
con otro distinto
que no es sí mismo
en su interior.

Pero ese que aguarda
que es distinto
dentro de sí mismo,
afirma que se hizo
eterno en instante
y se burla de las paradojas
y del trascendente sentir,
habla de inmanencia,
para mofarse
con severa indecencia
de lo que es sagrado
y se encuentra en los cielos,
en cambio, la ve con ojos
de fiera y demencia,
la describe como efímera,
como cuerpo sin carne,
sin idea e infame,
picaresca, salvaje
y llena de violencia,
siempre a merced de la mirada, olfato y con suerte el tacto.

Ora bien que hay un dios
de la ternura y trascendente,
que se encuentra lejos
y nunca está presente.
Quien sigue y adora a ese Dios
que padece,
está y no está,
ocupa un espacio
y la inercia lo arrastra
por el tiempo,
queriendo trascender ambos; pensando que existe
un "eterno devenir",
donde ya otros han vivido su vida
en forma magnífica
y se hicieron uno con el espacio sideral.
Creyendo que en la trascendencia
y en eterno "acecho de lo puro",
dios le hizo
con particular devoción
en carne, hueso y sangre,
y un alma que arde
en eterno devenir,
contradiciendo así
a la forma y a sí,
contradiciendo a la naturaleza
y tonto e inocente cree que
trasciende en aislamiento vil.

Desconociendo así,
el ignorante
que hay un Dios substancia,
un Dios de la lascivia e inmanente;
que es agua y  aire,
tierra, fuego y éter.
Que ese dios etéreo
que recorre los cuerpos,
se encuentra por doquier,
se filtra por una rendija
de la pared
e ilumina partículas
de su éter en la vista
infantil y juguetona,
del travieso que perfora
techos para dejarle
entrar a simple vista.
Del curioso niño
que dejó de ser persona
y es animal del bajo vientre.

Es sabio, pues el que adora la
fertilidad y es fecundo,
que sea niño y no pierda esa
capacidad de sorprenderse,
que vea a Dios en trozos de piel
adornados y prepotentes.
Ese dios que no padece
que es el asceta por excelencia,
pero embriagado de placer,
es para algunos el modelo de vida,
la infinita sabiduría,
el llegar a plenitud.

Y es que el ignorante
no es pleno,
pues siempre con esmero
se olvida de vivir,
por perseguir
persistente,
a lo inmortal, formal y trascendente,
sufre y padece de sí.

¡No me salves de mi ignorancia,
esa es mi redención!
¡No me salves de mí mismo,
sálvame cuando deje de ser yo!

                                          Por EBL (2014)

sábado, 5 de julio de 2014

De epifanías y apatía

Baile de antifaces

No,
no creo
que el problema sea
que no hayas determinado
a quién amar.

Creo que,
si lo enfocas mejor,
el problema es
que no has determinado
cómo quieres
que te amen.

Es más,
si me permites,
-aún un poco más de sinceridad-
creo que el problema
no es quién,
y, con un poco
de medida,
cómo;
el problema y solución
es el qué.
En síntesis,
más allá
del quién
y el qué,
el quid
es el qué
del amor.

Debes de Seguir
con cuidadosa cautela
esta respuesta que te doy.
¡Oh, si tan sólo me hubieras preguntado!

                                      Por: EBL (sin año preciso)