viernes, 27 de noviembre de 2015

Dulce niña n° IV



Tulipán lila


"La realidad me ha vuelto a enseñar que lo que fue jamás regresará. Que nunca mueran las memorias de aquellos tiempos que dejamos ir, cuando empezamos la ruta dispuestos a huir. No importa si mañana es el final, este camino nos trajo hasta aquí y esta es la historia que espero recordar de ti (y esta es la historia que espero recuerden de mí)."
(Ronny Hernández)


(Tomada de imágenes google)


La noche de este noviembre es diferente a la del noviembre pasado. No es que el frío tenga grados mayores o menores, que el vendaval sea más o menos fuerte, que la lluvia de noviembre sea mayor, garúa o cántaros o que no haya presagio de festividades, no trata de eso ni de que el día tenga más minutos… No, no es eso. Simplemente en estos días pasados me ha perseguido el plenilunio, en el cielo y en mis adentros, como místico elemento simbólico. Se genera en mí ese delirio paranoico que nos sorprende por la espalda: “no estamos solos”.
Hace un año, en el noviembre pasado, era otro quien escribía. Pero, no es que mi esencia me haya abandonado o que mis manos sean otras, ni que mi alma albergue nuevos apellidos. No, no es eso. Simplemente en mi vida no había pasado por un punto de impasse como el que pasé tras el noviembre pasado. Sin más, así fue el noviembre pasado:

Dos días antes me había sonado el teléfono celular (que ahora está más averiado que nunca), nuevo recordatorio: “dos días cumpleaños”. No importa qué tan despistado soy, no podía pasárseme por inadvertido semejante acontecimiento, ¡Ella cumple años!
¡¿Cómo carajos hago para proveerme de insumos?! ¡No importa el precio! Debo conseguirle tulipanes ¡Son sus flores favoritas! Pero, su color favorito es el lila ¡¿Cómo carajos le consigo tulipanes lila?! No importa, lo debo hacer.
Del viejo aprendí que lo que se dice, se hace, no importa si uno se lo dice a sí mismo. Que lo que se dice no son simples palabras ligeras, son promesas, incumplirlas es alta traición a sí mismo y de la culpa nunca escapamos.
Lo aprendí bien, ahora es parte de mi esencia, son los latidos del viejo bombeando mi pulso. Ella me acompañó en el dolor de mi primer año de luto con el viejo –el primer año siempre es el peor–, ella me proveyó de toda la ternura y dulzura que nunca había imaginado, que sentía antes no merecer y mucho menos de una mujer tan preciosa. Aunque cristiana protestante ¡llena de Gracia sos mujer! Valga la pena decir, por algo le llamo mi dulce niña.
Un día después, luego de negociar –con altos intereses– un préstamo con la usurera de mi vecina, tenía lo suficiente para conseguir tulipanes lila (no sabía ni de dónde, ni realmente cuánto valían), invitarla al restaurante que gustase y compartir un maravilloso tiempo de pareja.
Pero, en cierre de semestre debía antes hacer el proyecto de investigación que no había hecho durante todo el curso de Investigación, por escaparnos de nuestras respectivas grupos para ir a besarnos, compartir mi “lip-balm” de mora azul y corear esas maravillosas dos palabras que nos repetíamos con frecuencia.
La primera vez que le dije que la amaba, me dijo que me amaba y eso no es cosa menor, máxime cuando ya antes al conocernos le había confiado que mi único sueño en la existencia era ser amado y amar a una chica, ella lo sabía y aun así me amaba y por ello no sólo era mi dulce niña y pareja: ella era más, era mi sueño hecho realidad, ¡maravilloso!
 Aunque tenía un pretendiente con el que se había besado antes, a quien decía querer como hermano y que aunque buen muchacho, era un error, me amaba ¡maravilloso! Me dijo que el único problema entre él y ella, era yo, mi alma y yo le gustábamos mucho más ¡maravilloso! Aunque alegaba con frecuencia que nuestro amor era imposible y que era injusta porque yo lo merecía todo, ello porque no éramos de las mismas creencias y sus padres nunca me aceptarían (ella una muñeca de porcelana cristiana escazuceña y yo un fallitas trompo de madera usado ipiseño y para peores agnóstico), pero yo evadía el asunto diciendo que “no me pidiera milagros, lo imposible lo hacemos todos los días” ¡maravilloso! Aunque cada vez que se veía con ese pretendiente teníamos problemas de pareja que ella iniciaba, no importaba: el Candil era testigo de que nos besamos por primera de muchas veces con la ternura de amantes  y eso era ¡maravilloso!
El plan estaba listo: i) primero termino mi proyecto, ii) lo expongo, iii) salgo en carrera hacia la floristería cercana al Banco Negro y nos vemos en San José centro ¡perfecto!
Naturalmente la ansiedad me impidió terminar el proyecto y dormir bien, ¿qué puedo decir? Me robaba el sueño (pues soñaba despierto de su mano) y ya me había acostumbrado a releer nuestras abundantes conversaciones, ver los emoticones de besos y caras enamoradas, sentir esas mariposas en el estómago sin la necesidad de estrechar su mano, además ¡mañana cumple años mi amada!
¡Llegó el día! Voy tarde (para variar), no he terminado el proyecto (para variar), me dejó “la Peri” (para variar), no importa nada, hoy es el día, hoy es 27 de noviembre, hoy es hoy.
¡¿Cómo que ya va llegando a Derecho y que dónde estoy?! Pero, ¡no he expuesto mi proyecto! ¡NO HE COMPRADO LOS TULIPANES LILA!
Eso perdió sentido cuando la vi del otro lado del pasillo subiendo las escaleras hacia el cuarto piso, hacia la biblioteca, no me percibió. Siempre se ve hermosa, pero ¡¿realmente es ella?! ¡Nunca la había visto más hermosa que en ese instante! (incluso a la fecha) Atravesé casi corriendo el pasillo, subí las escaleras hasta alcanzarla por los ascensores, al verme sonrió… No puedo sacarme esa imagen de la cabeza: su maquillaje de ojos en tono lila, sus deliciosos labios de un rosa encendido, su largo y perfecto cabello castaño suelto, no usaba sus lentes de aumento, zapatillas abiertas blancas de tacón pequeño (el tacón alto no iba con mi baja estatura) y un vestido… un vestido que acentuaba su cintura, su cadera, mostraba sus inmaculadas piernas blancas, en definitiva su delgada silueta y curvas, perfectas… un vestido… ¡Un vestido lila!
Ella era el más perfecto de los tulipanes lilas que dios puso en la tierra. Nos fijamos dentro de la biblioteca que nadie nos viera –porque le gusta la clandestinidad– y nos volvimos a ver sonriendo inconscientemente, la besé en esos labios rosa, abracé, estreché su cuerpo contra el mío y en medio del beso le dije:
– ¡Feliz cumpleaños, mi amor!
– ¡Gracias, mi amor! –me dijo en medio del beso intermitente.
– ¡Esta es la vez que más hermosa te he visto, te lo juro! – le dije pausando el beso.
– Siempre dices lo mismo –contestó incrédula.
– Yo sé, pero… ¡Te lo digo en serio! –hice una pausa para volverla a besar y luego continué– déjame que se me pase un poco y te contestaré francamente, pero voy en serio, no hay forma de encontrar una mujer más bella que vos hoy, ni siquiera vos misma –le dije riendo.
– Mientes –me contestó para sacarme un poco de quicio y sonreír para devolvérmelo.
– Amor, todavía tengo que exponer lo de Investigación, para no hacerte esperar por acá, qué tal si nos vemos en “Chepe centro” –le pregunté para improvisar la forma de comprarle los tulipanes lila.
– No, yo te espero, así aprovecho para estudiar –me contestó con esos ojos café brillantes a los que no podía contestar un “no”.
Luego de esos besos, ya no llevaba la boca pintada, valga la pena decir.
A la salida de mi curso el profesor –llegado de Alemania– me dijo que tenía un 85, él sabía que no asistía a clases por ir con mi chica y aunque no lo compartía, lo respetaba y me tenía afecto de amigos por confiarle parte de mi vida personal. Le dije que me esperaban fuera del aula y me sonrió, ahí estaba sentada en la banca, cerca estaba su pretendiente ¡pobre hombre! No poder tener a una chica tan bella, porque es mi pareja, me da verdadera lástima, pero no voy a renunciar a mi amada por nada ni nadie, ¡a ella le dije (y prometí) que la amaría por siempre!
Le pregunté dónde quería comer, estuvo indecisa, pensando en el coste de la comida –ella sabía que soy de escasos recursos y como buena “niña pipi” no frecuenta lugares asequibles– pero, logré que escogiera el lugar que quería: un restaurante vegetariano cercano a la universidad. Sonrió mucho, ahora con los labios despintados por los besos y dijo que ese lugar la hacía feliz. Al comer impidió que le tomara la mano y besara –entiendo lo clandestino le encanta, no las muestras de afecto público.
Luego le confesé que quería verla en San José para comprarle tulipanes, ella dijo que eso no importaba (¡claro que importa! ¡¿y mis promesas inconclusas?!), que buscáramos un lugar para pasar un ratillo de pareja.
Le propuse un pequeño palomar en las afueras de la Facultad de Arquitectura, aceptó, atravesamos el pasto (¡y ella con sus zapatillas abiertas de tacón bajo!), al llegar nos besamos apasionadamente, interrumpió el beso y observó hacia abajo, era una rejilla, le dio vértigo y prefirió que nos corriéramos más a vista. Ahí pasamos la tarde entera besándonos con mucha pasión. Como era usual, llegaba el punto en el que me debía frenar para que mi alma no le diera rienda suelta a mi cuerpo, porque ella estaba ya fuera de sí. Debía respetar sus creencias, es parte de amarla. Nos besamos tanto, incluso más que lo excesivo de costumbre, hasta el punto que me dolían los labios.
Se nos hizo muy tarde –en parte porque mi cuerpo no colaboraba con mi alma– como era usual. Ignoró varias llamadas de su madre, quien la esperaba para su celebración familiar de cumpleaños. Para variar, se nos iban las responsabilidades y compromisos al estar juntos.
Me dijo que por la prisa debíamos tomar bus de San Pedro, luego de Sabana y entre Paseo Colón y Sabana Este ella debía tomar bus de Escazú. Me persuadió por la prisa de ir en esa ruta, pero ¡y los tulipanes del centro de San José!
Al llegar a Sabana Este no pasaba su bus, duraba mucho y me sugería –como en todas las despedidas– el tema de que nuestro amor era imposible y que pronto debía acabar nuestra relación, cosa que me era incómoda e imposible de aceptar. Algo andaba mal, el argumento de “hacer lo imposible” no dio el mismo efecto. Pero, ingenuo y confiado, no le presté tanta atención.
Me notó incómodo, por lo de la falta de obsequio en su cumpleaños –¡los tulipanes lila! Me repetía en mi cabeza– me dijo que lo que le podía obsequiar era no fumar por el día, que ella tenía su cabello oloroso a tabaco por mi causa. Como era de costumbre, al estar con ella la ansiedad de mi fumado desaparecía y no fumaba, llevábamos muchas horas juntos y por ende, muchas horas sin fumar. Aunque no entendí muy bien, se lo prometí como obsequio, a fin de cuentas, es mi pareja y amada.
La despedida fue extraña, no supe interpretarla bien, al despedirnos la besaba con cierta pasión y desesperación, porque el sólo hecho de despedirme me hacía extrañarla de inmediato, pero noté algo raro en sus ojos cuando nos dijimos que nos amábamos. Ya sus párpados no estaban pintados, porque solía besárselos tiernamente junto con su frente, punta de la nariz y finalmente boca. En esa ocasión sus párpados le daban una mirada cansada y perdida al despedirse, eso no era normal. Pero con un día tan especial que había vivido –al menos yo– seguro eran inseguridades mías infundadas –me dije.
Al irse ella en el bus de Escazú, me había contagiado la angustia de esa expresión y de inmediato recordé a Nietzsche y Ciorán, pero no recordaba algo en concreto. Me marché, me puse a caminar, simplemente caminar, por alguna inercia muy fuerte capaz de mover mi cuerpo entero.
Había leído en internet de un concepto llamado algo así como “muppering”, trataba de caminar sin rumbo fijo. Sin darme cuenta lo estaba haciendo, lleno de angustia y ansiedad. Fui a unos edificios nuevos de Paseo Colón a un súper ubicado en su planta baja, compré cigarros fuertes y me puse a fumar compulsivamente mientras caminaba sin rumbo.
En ese instante: ¡tuve una horrible epifanía! Había sentido de golpe el vértigo de Ciorán y no sólo ello, sino que el abismo de Nietzsche había mirado en mi interior: ¡había roto la promesa! Pero, aun peor ¡algo dentro de mí había muerto! Peor aún, ¡algo dentro de mí había sido asesinado!
En el luto nunca estamos muy conscientes de lo que sucede a nuestro rededor, al recibir la noticia impactante nunca la asumimos e internalizamos en el acto, estamos en un estado de oneirataxia y sólo con el tiempo la entendemos.
De haber sabido antes que la temporada de tulipanes se acaba justo antes de noviembre…
Lo que siguió después no es tan importante como lo anterior, al menos no un 27 de noviembre, por ello lo resumiré a modo de collage de palabras:

Del cumpleaños a la primera semana de diciembre: no le conté que no había cumplido su regalo de cumpleaños (repito, fumé y lo sigo haciendo), exámenes finales, nosotros juntos no servimos para cumplir obligaciones, siempre terminamos comiéndonos apasionadamente a besos, demos una semanita de respeto y distancia para poder con el semestre. ¿Y nuestra despedida? Al menos eso ¿no? No volvió.
Resto de diciembre: echarla de menos durante el día y llorar todas las noches hasta empapar la almohada, no saber qué ha sido de ella, sin respuestas. "Mi abuelito está enfermo, nunca he tenido una pérdida, no sé cómo lidiar con esto, no quiero hablar con nadie". Respuestas llegan a finales del mes: “sos como mi papá, una persona capaz de sentimientos ¡maravillosos! Pero violento. Y mi mamá me enseñó a ser exigente con mis parejas. Además, es que esa pasión tuya…”.  Ni un: “feliz navidad”. Su mamá tuvo una hemorragia cortando un aguacate y eso casi arruina la cena navideña. Tampoco un “feliz año nuevo”, al menos de su parte. Le daré tiempo, ella me ama, yo la amo, si tenemos amor mutuo ¿qué nos podría faltar? Naturalmente: nada.
Enero: recodarla durante el día y llorar todas las noches hasta empapar la almohada. Te extraño, desearía que estuvieras aquí… no respondió. “Tío, usted que es pastor evangélico, ¿es cierto que eso de “no os atéis en yugo desigual con los infieles” es pecado?” “Que alivio, pero entonces debo de buscar de dios para mí, qué dicha que pensás que es una mujer que vale la pena, yo la amo de verdad” (aunque sea porque es “temerosa de dios”).
¿Una crisis existencial? ¿Qué tengo que ver yo con eso? ¿Cómo que mucho? ¿Cuándo te pedí que cambiaras tus creencias? ¡Ellas te conforman! ¿Cómo que sólo el amor no basta? ¿Podés explicarme en qué consiste esa crisis y qué tengo que ver yo? No explicó.
Febrero: extrañarla a diario, principios de insomnio por depresión y llanto. ¿Cómo que mejor no revivir algo? Me pregunto “¿en qué momento murió? ¿Todavía en mí late?”. 14 de febrero: “Te amo”, evadió el tema. Naturalmente, al perder a mi dulce niña y sueño existencial, atravieso pensamientos con tendencias suicidas como: “ya perdí por lo que viví toda mi vida, ¿para qué vivir? ¡Qué me mate mi tristeza! Y si no yo lo podría hacer, de por sí”. Naturalmente soy un cobarde para el suicidio, por eso escribo.
Marzo: extrañarla a diario, más insomnio por depresión y llanto. Me dijo que le compraron un auto. Ser compañeros en cursos de la universidad, por ende el síntoma al verla es una toz psico-somática por evento traumático, el siguiente: “tengo novio” –era su pretendiente el “lo quiero como hermano” (incestuoso ¿no?) – “Es que matriculamos verano juntos y pasamos mucho tiempo juntos. Además vive aquí cerquita. Él es muy establece y yo lo que necesito en este momento de mi vida es estabilidad ¿qué te puedo decir? Mis sentimientos me jugaron una mala pasada” “Desde antes de febrero estamos juntos”. Me pregunto con insistencia: “La mala pasada ¿soy yo, es él? ¿Qué es?” Al estar ella y su novio juntos no se toman de la mano como lo hacíamos, no se besan, como lo hacíamos, se ven tan fríos. Me digo “si esa frialdad era la que quería, ¿por qué no me lo dijo? Si era necesario, lo hubiese hecho”.
Abril a Julio: depresión, llanto recurrente, recordarla y echarla de menos a diario. Terapia psicológica, evidenciar que atravieso otro proceso de luto traumático, reflejo del miedo que tiene todo ser humano al abandono y rechazo. Contando con que ya cumplí los 25 años, no tengo seguro social, por ello auto medicación para dormir a base de “tabcin liqui-gels para la noche” (gripe recurrente).
Agosto: la recuerdo y extraño a diario, disminución del llanto, matricular todo en horario nocturno, no puedo seguir sintiendo ese dolor tan profundo al verla, ni tener esa toz compulsiva psico-somática por buscar ver qué tan hermosa se ve a la distancia. De por sí la recuerdo todas las noches al ver la luna en el cielo.
Septiembre y Octubre: echarla de menos a diario, el llanto desaparece.

Y entonces, vuelvo al punto de inicio: La noche de este noviembre es diferente… 27 de noviembre: el llanto vuelve.
Por: JEF (27 de noviembre del 2015)

martes, 17 de noviembre de 2015

Sigo sin saber ¿quién soy?

Soy (parte II).

"Su ignorancia y su aversión a esa cosa nueva cuya llegada era inminente eran atroces; pero decía que en ese instante nada era más penoso que la idea pertinaz: «¿Y si no mueriese? ¿Y si volviese a la vida? ¡Qué eternidad! ¡Y todo eso sería mío! Entonces haría de cada minuto un siglo eterno, no perdería nada, llevaría la cuenta exacta de cada minuto y no malgastaría uno solo!»"
(Dostoyevski)


(Foto por David Rodríguez - 2015 / https://www.behance.net/drodgo)

Soy…
Soy la consecuencia
no deseada de los sentimientos.
Soy el honor y la decencia
olvidados en remordimientos.
Soy el vencido en enfrentamientos
y victorioso en potencia.
Pecado sin penitencia
y sombra del sufrimiento.

Soy…
Soy humano,
“demasiado humano”.
Soy quien decepciona,
cuando tiende la mano.
Soy quien se apasiona
con ego de tirano
y corazón de buen samaritano.
Soy aquel que no se abandona,
uno de tantos…
días de antaño.

Soy…
Soy el monitor
de ritmo cardiaco,
estoico dionisiaco,
discípulo sin tutor,
ángel demoniaco,
sensualidad con pudor…
Acetaminofén y tabaco
que no quitan el asco
ni el ardor,
ni el fiasco
de su compasión:
la misericordia sádica del Creador.

Soy…
Nostálgica elegía
del ruiseñor
enjaulado,
cada uno de los días
del presidario
por estafa estafado,
inocente encarcelado,
cómplice de sus victimarios,
víctima del diario.
Soy la fantasía
realista del fastidiado.
Soy el fedatario
de la apostasía,
la luz frente al armario.

Soy…
Quien al decir se desdice,
pesimista que repite,
desahuciado que insiste,
profeta perjuro que predice:
¡Lo mejor está por venir!
Por: EBL (2015)