Tulipán lila
"La
realidad me ha vuelto a enseñar que lo que fue jamás regresará. Que nunca
mueran las memorias de aquellos tiempos que dejamos ir, cuando empezamos la
ruta dispuestos a huir. No importa si mañana es el final, este camino nos trajo
hasta aquí y esta es la historia que espero recordar de ti (y esta es la
historia que espero recuerden de mí)."
(Ronny
Hernández)
(Tomada de imágenes google)
La noche de este noviembre es diferente
a la del noviembre pasado. No es que el frío tenga grados mayores o menores,
que el vendaval sea más o menos fuerte, que la lluvia de noviembre sea mayor, garúa o cántaros o que no haya
presagio de festividades, no trata de eso ni de que el día tenga más minutos… No,
no es eso. Simplemente en estos días pasados me ha perseguido el plenilunio, en
el cielo y en mis adentros, como místico elemento simbólico. Se genera en mí
ese delirio paranoico que nos sorprende por la espalda: “no estamos solos”.
Hace un año, en el noviembre pasado, era
otro quien escribía. Pero, no es que mi esencia me haya abandonado o que mis
manos sean otras, ni que mi alma albergue nuevos apellidos. No, no es eso.
Simplemente en mi vida no había pasado por un punto de impasse como el que pasé tras el noviembre pasado. Sin más, así fue
el noviembre pasado:
Dos días antes me había sonado el teléfono
celular (que ahora está más averiado que nunca), nuevo recordatorio: “dos días
cumpleaños…”. No importa qué tan
despistado soy, no podía pasárseme por inadvertido semejante acontecimiento,
¡Ella cumple años!
¡¿Cómo carajos hago para proveerme de insumos?!
¡No importa el precio! Debo conseguirle tulipanes ¡Son sus flores favoritas!
Pero, su color favorito es el lila ¡¿Cómo carajos le consigo tulipanes lila?!
No importa, lo debo hacer.
Del viejo aprendí que lo que se dice, se
hace, no importa si uno se lo dice a sí mismo. Que lo que se dice no son
simples palabras ligeras, son promesas, incumplirlas es alta traición a sí
mismo y de la culpa nunca escapamos.
Lo aprendí bien, ahora es parte de mi
esencia, son los latidos del viejo bombeando mi pulso. Ella me acompañó en el
dolor de mi primer año de luto con el viejo –el primer año siempre es el peor–,
ella me proveyó de toda la ternura y dulzura que nunca había imaginado, que
sentía antes no merecer y mucho menos de una mujer tan preciosa. Aunque cristiana
protestante ¡llena de Gracia sos mujer! Valga la pena decir, por algo le llamo mi dulce niña.
Un día después, luego de negociar –con
altos intereses– un préstamo con la usurera de mi vecina, tenía lo suficiente
para conseguir tulipanes lila (no sabía ni de dónde, ni realmente cuánto
valían), invitarla al restaurante que gustase y compartir un maravilloso tiempo
de pareja.
Pero, en cierre de semestre debía antes
hacer el proyecto de investigación que no había hecho durante todo el curso de
Investigación, por escaparnos de nuestras respectivas grupos para ir a
besarnos, compartir mi “lip-balm” de mora azul y corear esas maravillosas dos palabras
que nos repetíamos con frecuencia.
La primera vez que le dije que la amaba,
me dijo que me amaba y eso no es cosa menor, máxime cuando ya antes al
conocernos le había confiado que mi único sueño en la existencia era ser amado
y amar a una chica, ella lo sabía y aun así me amaba y por ello no sólo era mi
dulce niña y pareja: ella era más, era mi sueño hecho realidad, ¡maravilloso!
Aunque tenía un pretendiente con el que se
había besado antes, a quien decía querer como hermano y que aunque buen
muchacho, era un error, me amaba ¡maravilloso! Me dijo que el único problema
entre él y ella, era yo, mi alma y yo le gustábamos mucho más ¡maravilloso!
Aunque alegaba con frecuencia que nuestro amor era imposible y que era injusta
porque yo lo merecía todo, ello porque no éramos de las mismas creencias y sus
padres nunca me aceptarían (ella una muñeca de porcelana cristiana escazuceña y
yo un fallitas trompo de madera usado ipiseño y para peores agnóstico), pero yo
evadía el asunto diciendo que “no me pidiera milagros, lo imposible lo hacemos
todos los días” ¡maravilloso! Aunque cada vez que se veía con ese pretendiente
teníamos problemas de pareja que ella iniciaba, no importaba: el Candil era
testigo de que nos besamos por primera de muchas veces con la ternura de
amantes y eso era ¡maravilloso!
El plan estaba listo: i) primero termino
mi proyecto, ii) lo expongo, iii) salgo en carrera hacia la floristería cercana
al Banco Negro y nos vemos en San José centro ¡perfecto!
Naturalmente la ansiedad me impidió
terminar el proyecto y dormir bien, ¿qué puedo decir? Me robaba el sueño (pues
soñaba despierto de su mano) y ya me había acostumbrado a releer nuestras
abundantes conversaciones, ver los emoticones de besos y caras enamoradas,
sentir esas mariposas en el estómago sin la necesidad de estrechar su mano,
además ¡mañana cumple años mi amada!
¡Llegó el día! Voy tarde (para variar),
no he terminado el proyecto (para variar), me dejó “la Peri” (para variar), no
importa nada, hoy es el día, hoy es 27 de noviembre, hoy es hoy.
¡¿Cómo que ya va llegando a Derecho y
que dónde estoy?! Pero, ¡no he expuesto mi proyecto! ¡NO HE COMPRADO LOS
TULIPANES LILA!
Eso perdió sentido cuando la vi del otro
lado del pasillo subiendo las escaleras hacia el cuarto piso, hacia la
biblioteca, no me percibió. Siempre se ve hermosa, pero ¡¿realmente es ella?!
¡Nunca la había visto más hermosa que en ese instante! (incluso a la fecha)
Atravesé casi corriendo el pasillo, subí las escaleras hasta alcanzarla por los
ascensores, al verme sonrió… No puedo sacarme esa imagen de la cabeza: su
maquillaje de ojos en tono lila, sus deliciosos labios de un rosa encendido, su
largo y perfecto cabello castaño suelto, no usaba sus lentes de aumento,
zapatillas abiertas blancas de tacón pequeño (el tacón alto no iba con mi baja
estatura) y un vestido… un vestido que acentuaba su cintura, su cadera,
mostraba sus inmaculadas piernas blancas, en definitiva su delgada silueta y
curvas, perfectas… un vestido… ¡Un vestido lila!
Ella era el más perfecto de los
tulipanes lilas que dios puso en la tierra. Nos fijamos dentro de la biblioteca
que nadie nos viera –porque le gusta la clandestinidad– y nos volvimos a ver
sonriendo inconscientemente, la besé en esos labios rosa, abracé, estreché su
cuerpo contra el mío y en medio del beso le dije:
– ¡Feliz cumpleaños, mi amor!
– ¡Gracias, mi amor! –me dijo en medio
del beso intermitente.
– ¡Esta es la vez que más hermosa te he
visto, te lo juro! – le dije pausando el beso.
– Siempre dices lo mismo –contestó
incrédula.
– Yo sé, pero… ¡Te lo digo en serio! –hice
una pausa para volverla a besar y luego continué– déjame que se me pase un poco
y te contestaré francamente, pero voy en serio, no hay forma de encontrar una
mujer más bella que vos hoy, ni siquiera vos misma –le dije riendo.
– Mientes –me contestó para sacarme un
poco de quicio y sonreír para devolvérmelo.
– Amor, todavía tengo que exponer lo de
Investigación, para no hacerte esperar por acá, qué tal si nos vemos en “Chepe
centro” –le pregunté para improvisar la forma de comprarle los tulipanes lila.
– No, yo te espero, así aprovecho para
estudiar –me contestó con esos ojos café brillantes a los que no podía
contestar un “no”.
Luego de esos besos, ya no llevaba la
boca pintada, valga la pena decir.
A la salida de mi curso el profesor
–llegado de Alemania– me dijo que tenía un 85, él sabía que no asistía a clases
por ir con mi chica y aunque no lo compartía, lo respetaba y me tenía afecto de
amigos por confiarle parte de mi vida personal. Le dije que me esperaban fuera
del aula y me sonrió, ahí estaba sentada en la banca, cerca estaba su
pretendiente ¡pobre hombre! No poder tener a una chica tan bella, porque es mi
pareja, me da verdadera lástima, pero no voy a renunciar a mi amada por nada ni
nadie, ¡a ella le dije (y prometí) que la amaría por siempre!
Le pregunté dónde quería comer, estuvo
indecisa, pensando en el coste de la comida –ella sabía que soy de escasos
recursos y como buena “niña pipi” no frecuenta lugares asequibles– pero, logré
que escogiera el lugar que quería: un restaurante vegetariano cercano a la
universidad. Sonrió mucho, ahora con los labios despintados por los besos y
dijo que ese lugar la hacía feliz. Al comer impidió que le tomara la mano y
besara –entiendo lo clandestino le encanta, no las muestras de afecto público.
Luego le confesé que quería verla en San
José para comprarle tulipanes, ella dijo que eso no importaba (¡claro que
importa! ¡¿y mis promesas inconclusas?!), que buscáramos un lugar para pasar un
ratillo de pareja.
Le propuse un pequeño palomar en las
afueras de la Facultad de Arquitectura, aceptó, atravesamos el pasto (¡y ella
con sus zapatillas abiertas de tacón bajo!), al llegar nos besamos
apasionadamente, interrumpió el beso y observó hacia abajo, era una rejilla, le
dio vértigo y prefirió que nos corriéramos más a vista. Ahí pasamos la tarde
entera besándonos con mucha pasión. Como era usual, llegaba el punto en el que
me debía frenar para que mi alma no le diera rienda suelta a mi cuerpo, porque
ella estaba ya fuera de sí. Debía respetar sus creencias, es parte de amarla. Nos
besamos tanto, incluso más que lo excesivo de costumbre, hasta el punto que me
dolían los labios.
Se nos hizo muy tarde –en parte porque
mi cuerpo no colaboraba con mi alma– como era usual. Ignoró varias llamadas de
su madre, quien la esperaba para su celebración familiar de cumpleaños. Para
variar, se nos iban las responsabilidades y compromisos al estar juntos.
Me dijo que por la prisa debíamos tomar
bus de San Pedro, luego de Sabana y entre Paseo Colón y Sabana Este ella debía
tomar bus de Escazú. Me persuadió por la prisa de ir en esa ruta, pero ¡y los
tulipanes del centro de San José!
Al llegar a Sabana Este no pasaba su
bus, duraba mucho y me sugería –como en todas las despedidas– el tema de que
nuestro amor era imposible y que pronto debía acabar nuestra relación, cosa que
me era incómoda e imposible de aceptar. Algo andaba mal, el argumento de “hacer
lo imposible” no dio el mismo efecto. Pero, ingenuo y confiado, no le presté
tanta atención.
Me notó incómodo, por lo de la falta de
obsequio en su cumpleaños –¡los tulipanes lila! Me repetía en mi cabeza– me
dijo que lo que le podía obsequiar era no fumar por el día, que ella tenía su
cabello oloroso a tabaco por mi causa. Como era de costumbre, al estar con ella
la ansiedad de mi fumado desaparecía y no fumaba, llevábamos muchas horas
juntos y por ende, muchas horas sin fumar. Aunque no entendí muy bien, se lo
prometí como obsequio, a fin de cuentas, es mi pareja y amada.
La despedida fue extraña, no supe
interpretarla bien, al despedirnos la besaba con cierta pasión y desesperación,
porque el sólo hecho de despedirme me hacía extrañarla de inmediato, pero noté
algo raro en sus ojos cuando nos dijimos que nos amábamos. Ya sus párpados no
estaban pintados, porque solía besárselos tiernamente junto con su frente,
punta de la nariz y finalmente boca. En esa ocasión sus párpados le daban una
mirada cansada y perdida al despedirse, eso no era normal. Pero con un día tan
especial que había vivido –al menos yo– seguro eran inseguridades mías
infundadas –me dije.
Al irse ella en el bus de Escazú, me
había contagiado la angustia de esa expresión y de inmediato recordé a
Nietzsche y Ciorán, pero no recordaba algo en concreto. Me marché, me puse a
caminar, simplemente caminar, por alguna inercia muy fuerte capaz de mover mi
cuerpo entero.
Había leído en internet de un concepto
llamado algo así como “muppering”, trataba de caminar sin rumbo fijo. Sin darme
cuenta lo estaba haciendo, lleno de angustia y ansiedad. Fui a unos edificios nuevos
de Paseo Colón a un súper ubicado en su planta baja, compré cigarros fuertes y
me puse a fumar compulsivamente mientras caminaba sin rumbo.
En ese instante: ¡tuve una horrible
epifanía! Había sentido de golpe el vértigo de Ciorán y no sólo ello, sino que el
abismo de Nietzsche había mirado en mi interior: ¡había roto la promesa! Pero,
aun peor ¡algo dentro de mí había muerto! Peor aún, ¡algo dentro de mí había
sido asesinado!
En el luto nunca estamos muy conscientes
de lo que sucede a nuestro rededor, al recibir la noticia impactante nunca la
asumimos e internalizamos en el acto, estamos en un estado de oneirataxia y
sólo con el tiempo la entendemos.
De
haber sabido antes que la temporada de tulipanes se acaba justo antes de
noviembre…
Lo que siguió después no es tan
importante como lo anterior, al menos no un 27 de noviembre, por ello lo
resumiré a modo de collage de
palabras:
Del cumpleaños a la primera semana de
diciembre: no le conté que no había cumplido su regalo de cumpleaños (repito,
fumé y lo sigo haciendo), exámenes finales, nosotros juntos no servimos para
cumplir obligaciones, siempre terminamos comiéndonos apasionadamente a besos,
demos una semanita de respeto y distancia para poder con el semestre. ¿Y
nuestra despedida? Al menos eso ¿no? No volvió.
Resto de diciembre: echarla de menos
durante el día y llorar todas las noches hasta empapar la almohada, no saber
qué ha sido de ella, sin respuestas. "Mi abuelito está enfermo, nunca he tenido una pérdida, no sé cómo lidiar con esto, no quiero hablar con nadie". Respuestas llegan a finales del mes: “sos
como mi papá, una persona capaz de sentimientos ¡maravillosos! Pero violento. Y
mi mamá me enseñó a ser exigente con mis parejas. Además, es que esa pasión
tuya…”. Ni un: “feliz navidad”. Su mamá
tuvo una hemorragia cortando un aguacate y eso casi arruina la cena navideña.
Tampoco un “feliz año nuevo”, al menos de su parte. Le daré tiempo, ella me
ama, yo la amo, si tenemos amor mutuo ¿qué nos podría faltar? Naturalmente:
nada.
Enero: recodarla durante el día y llorar
todas las noches hasta empapar la almohada. Te extraño, desearía que estuvieras
aquí… no respondió. “Tío, usted que es pastor evangélico, ¿es cierto que eso de
“no os atéis en yugo desigual con los
infieles” es pecado?” “Que alivio, pero entonces debo de buscar de dios
para mí, qué dicha que pensás que es una mujer que vale la pena, yo la amo de
verdad” (aunque sea porque es “temerosa de dios”).
¿Una crisis existencial? ¿Qué tengo que
ver yo con eso? ¿Cómo que mucho? ¿Cuándo te pedí que cambiaras tus creencias?
¡Ellas te conforman! ¿Cómo que sólo el amor no basta? ¿Podés explicarme en qué
consiste esa crisis y qué tengo que ver yo? No explicó.
Febrero: extrañarla a diario, principios
de insomnio por depresión y llanto. ¿Cómo que mejor no revivir algo? Me
pregunto “¿en qué momento murió? ¿Todavía en mí late?”. 14 de febrero: “Te
amo”, evadió el tema. Naturalmente, al perder a mi dulce niña y sueño
existencial, atravieso pensamientos con tendencias suicidas como: “ya perdí por
lo que viví toda mi vida, ¿para qué vivir? ¡Qué me mate mi tristeza! Y si no yo
lo podría hacer, de por sí”. Naturalmente soy un cobarde para el suicidio, por
eso escribo.
Marzo: extrañarla a diario, más insomnio
por depresión y llanto. Me dijo que le compraron un auto. Ser compañeros en
cursos de la universidad, por ende el síntoma al verla es una toz
psico-somática por evento traumático, el siguiente: “tengo novio” –era su
pretendiente el “lo quiero como hermano” (incestuoso ¿no?) – “Es que matriculamos
verano juntos y pasamos mucho tiempo juntos. Además vive aquí cerquita. Él es muy establece y yo lo que necesito
en este momento de mi vida es estabilidad ¿qué te puedo decir? Mis sentimientos
me jugaron una mala pasada” “Desde antes de febrero estamos juntos”. Me
pregunto con insistencia: “La mala pasada ¿soy yo, es él? ¿Qué es?” Al estar
ella y su novio juntos no se toman de la mano como lo hacíamos, no se besan,
como lo hacíamos, se ven tan fríos. Me digo “si esa frialdad era la que quería,
¿por qué no me lo dijo? Si era necesario, lo hubiese hecho”.
Abril a Julio: depresión, llanto
recurrente, recordarla y echarla de menos a diario. Terapia psicológica,
evidenciar que atravieso otro proceso de luto traumático, reflejo del miedo que
tiene todo ser humano al abandono y rechazo. Contando con que ya cumplí los 25
años, no tengo seguro social, por ello auto medicación para dormir a base de
“tabcin liqui-gels para la noche” (gripe recurrente).
Agosto: la recuerdo y extraño a diario,
disminución del llanto, matricular todo en horario nocturno, no puedo seguir
sintiendo ese dolor tan profundo al verla, ni tener esa toz compulsiva psico-somática
por buscar ver qué tan hermosa se ve a la distancia. De por sí la recuerdo
todas las noches al ver la luna en el cielo.
Septiembre y Octubre: echarla de menos a
diario, el llanto desaparece.
Y entonces, vuelvo al punto de inicio:
La noche de este noviembre es diferente… 27 de noviembre: el llanto vuelve.
Por: JEF (27 de noviembre del 2015)
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