jueves, 14 de mayo de 2015

Caja de Pandora



("Arlecchino e Colombina"-1750 de Giovanni Domenico Ferretti)

"Sin la esperanza de un dolor aun mayor, no podría soportar éste de ahora, aunque fuese infinito".
E. M. Cioran.

Oigo el sonido del dolor
en la tonada lúgubre
que es el palpitar a palpitar,
en la inercia de cada paso,
en las lágrimas que lloré
y las que aún guardo.

Sostengo en mi pecho
esta caja mecánica,
adornada con cedas
de púrpura majestad,
terciopelo terso
como piel sonrosada,
incrustaciones: destellos dorados
de cabellos castaños
y ágatas sardónicas,
profundas y angélicales,
como sendero nostálgico
hacia la nada.

Un marionetero transe
deslizó sus hilos
de adicción al pasado,
para manipular
mis inertes dedos
y dar cuerda a la fatal palanca.
Desataron el mecanismo
que virtió la sangrienta tinta
bombeada de mi corazón
hacia este lienzo lírico.

En el centro de esta caja musical,
la ballerina de mi vida,
vestida de lila natalicio,
elegante y protagonista,
danzando al son
de la melancólica melodía
que destruye mi alma.
Por: JEF (2015)

viernes, 6 de marzo de 2015

Un día

Noventa y ocho días
"I've been writing you a letter in my head for months with no reply.
When did your interest in me die?
"
(Levesque, Teves, Pasquale, Pereira y Reilly)

 Era una tarde de setiembre u octubre del año pasado. El clima era presagio, el sol se vislumbraba, pero el frío y la humedad abrumaba. Eran días de matices contradictorios: sol y frío, juventud y nostalgia, comedia y tragedia.

 En el espacio que recorre entre la Facultad de Estudios Generales y la Facultad de Educación se encuentra un área verde que disfrutan los estudiantes aplicados, los drogadictos de alta alcurnia y las parejas embelesadas.

 Una de esas parejas llegó y el lugar estaba disponible, con pocas personas, justo para una dosis moderada de desinhibición. Ella era una chica radiante, verdaderamente preciosa, de estilizada silueta y encantadora delicadeza; él un muchacho sin mayores atributos. Él la miraba con los ojos brillosos llenos de alegría, la tocaba con delicadeza, como quien quiere percibir el terciopelo de un pétalo; la escuchaba como quien escucha Nocturno Opus número dos de Chopin. “¡Oh, si al menos hablara más!”, se preguntaba el muchacho.

 Ella no llevaba un vestido -de esos que lo enamoraban cada vez más- llevaba ropa cómoda, una camisa de tela ligera rojiza con diminutos lunares blancos, un pantalón de mezclilla celeste y zapatos cómodos cerrados. Pero a él eso no le inmutó, era como si lo llevase, hizo el mismo efecto.

 Se recostaron bajo un árbol altivo, él la apretaba contra su cuerpo, tomaba y estrechaba sus manos, pretendiendo cuidarlas del frío. Se besaban, apasionadamente, de esa forma única que tienen los universitarios: más experiencia que la adolescencia, pero con el ímpetu que no tienen los besos añejos de adultos. Unos besos con lascivia impúdica, otros besos con ternura sublime, pero, sin duda, besos llenos de amor (al menos eso creía él).

 Pasado un largo rato en el que se mofaban o preocupaban, entre besos, de los deberes y compromisos que posponían e incumplían en ese lugar. Conversaron, como conversan las parejas condenadas:

— Cumplo años el seis de marzo, para mí eso casi nunca significa nada, más bien suelen ser días pésimos, mi familia me suele hacer una comida sencillita, mis amigos suelen tomarse el tiempo de celebrármelo, y yo agradezco ambos gestos, pero, cuando uno es pobre, le pierde la gracia a los cumpleaños, de niño nunca llenaron las expectativas, pero ahora... ¡tengo todos los regalos de cumpleaños de mi vida por adelantado! ¡Sos vos! — Le dijo entusiasmado, ansioso y con la inocencia de quien no sabe de la labia en sus palabras. En uno de tantos monólogos de su parte, por cierto.

— ¡Ay! -exclamó ella en respuesta, con esa onomatopeya de pesar, dolor y lástima.

— ¿Qué pasa? ¿Dije algo inapropiado? — preguntó el inseguro muchacho con temor de imprudencia.

— No, es que... sólo... ¡me gustaría estar ahí!

— Claro que podés estar ahí, ¡me encantaría! Estemos o no juntos — respondió rebosante de ingenuidad.

 ¡Pobre muchacho! No tenía idea de lo que se venía para él, no tenía idea de lo que significaban los silencios de la dulce niña que besaba. Sería mentir negar que desde la última vez que la vio la echó de menos con nostalgia, porque así fue, cada uno de los días, sin excepción, fueron muchos de esos días que la lloró en su cama, al acostarse o levantarse. Aún lo sigue haciendo.

La última vez que la vio fue hace noventa y ocho días, ella cumplía años.

Por: JEF (6 de marzo del 2015)

miércoles, 11 de febrero de 2015

La sombra de lo humano

Sombra


"Sabemos demasiado del arte, del amor, de la religión, de la guerra, como para
creer aún en algo; hemos perdido además tantos siglos en ello... La
época de la perfección en la plenitud está terminada. ¿La materia de
los poemas? Extenuada. ¿Amar? Hasta la chusma repudia al 
«sentimiento». ¿La piedad? Registrad las catedrales: ya no se arrodillan en
ellas más que los ineptos. ¿Quién desea aún combatir? El héroe está
superado; únicamente la carnicería impersonal sigue de moda.
 Somos fantoches clarividentes, ya sólo capaces de hacer muecas ante lo irremediable."
(Cioran)

El cosmos aconteció a mi espalda
y en mi enigmática sombra
recorren triunfales apogeos
de la humanidad.
Ya otros vivieron mi vida.
de forma magnífica,
de su puño y letra se han plasmado
las comedias y tragedias,
de su herramienta se han labrado
las esculturas, pinturas y edificios,
de su alma se ha exhalado
la música y la danza
que forjaron la historia.

Arrastro sin poder alcanzar,
sin poder dialogar o comprender
el legado de un pasado,
de auténticos amores,
trágicos suicidios,
besos y lágrimas ardientes,
piadosos actos de bondad
y masacres sangrientas,
de un Cartago borrado
y una Roma triunfal.

El calor del espíritu
que nos convierte en humanos
se ha reemplazado
por pantallas luminosas,
pues tras mis espaldas yace
el mausoleo de todo
aquello por lo que merece
vivir y perecer.

Quiero insultar a las manesillas del reloj.
Vituperar y blasfemar contra Cronos
como merece incordio un impostor.
Vociferarle al tiempo
que, sin misericodia y con fiasco,
no resulta cura a ningún mal,
que ha agravado todo padecer existencial.
Irrumpir en ira contra  su fluir
que me sostiene y juguetea
entre su tejido caprichoso de Moira,
sólo para soltarme ante la muerte
sin romántico patetismo heroico.

No me queda más que (vislumbrar
en el brillo y ternura de infantiles ojos)

la esperanza que perdió mi sombra.

Por: EBL (2015)

domingo, 8 de febrero de 2015

¿Entre volver y seguir?

Todos parecen pasar por esto como si fuese una parada de transbordo, algunos con más espera que otros, sin embargo, perfectamente podría suceder un

Impasse
¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?
(Sábato, E.) 
Tanto temí perderla,
no había caído en cuenta
que antes de tenerla,
ya la había perdido.

En el nostálgico

cuarto creciente
ella se sienta ahora,
pero sin percibir
que la sigo contemplando.

El olvido volvió

a ganarle la partida
al anhelo,
el realismo al romanticismo
y la prosa a este verso.

¡Esta desgarradora ausencia!

Tener la certeza
que el próximo "¡hola!"
retumbará cual último "adios".
Aunque se deslice
en cada trazo
de mi rúbrica,
ella ya no es ella.

¿Qué más da?

A todo este impasse,
la vida sigue continuando,
no se detiene a esperarme.

Cualquier eufemismo sobra,

aunque sea obviedad:
la sigo extrañando.

Por: JEF (2015, fecha de la publicación)

viernes, 19 de diciembre de 2014

El final sin comienzo.



Final.


(Ilustración de Yutaka Nanten, tomada de www.zerochan.net)



En mi vida han terminado
más acontecimientos
de los que han empezado.

Me ha marcado el sonido
de las puertas al cerrarse,
no importa que tan igual es el movimiento,
siempre hace más eco
que al abrirse.

Metáforas tal cual: “la vida es un sueño”,
uno que puede terminar con un “¡bang!”,
me recuerdan que despertar,
abrir los ojos o cerrarlos,
también puede ser un final.
Al final, la vida es un absurdo,
como el estrellado automóvil de Camus.

Que duele más un beso
al acabar,
que duele más,
duele mucho más.
Duele más extrañar
que rememorar,
que la alegría se acaba,
que el dolor siempre es un final.

No importa
que tan predecible pueda ser,
aunque se le quiera dar dignidad:
un final, es un final.
Aunque “el muerto goce de buena salud”,
muerto está.

¡¿Qué más puedo decir?!
¿Qué lo siento tanto?
¿Ofrecerles sinceras disculpas?
Pero, es que…
….siempre he tenido una ligera
inclinación por los finales.

Por: JEF(2014, fecha de la publicación)

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Dulce niña n° III



"Don’t you cry for the lost,
smile for the living
(Passenger)

Te amaré… aunque tenga final
(Silvio Rodríguez)
Seré mi propio consuelo…

Por vos, por mí, por ambos,
por ese diminuto universo
que es mi corazón.
Consolaré… lo haré,
por alguna exigencia,
de algún Dios.
Por el mundo entero y
por ese gran universo,
que nos ha reglado el amor.

Consolaré la infinita tristeza
que prolifera en las contrariedades,
lo haré con la llama ardiente
de todos aquellos mártires,
sacrificados por verdad y amor.

Tomaré todo el dolor
que arrastra la sensibilidad
e inseguridad mesiánica,
y como Pedro mártir
la crucificaré de cabeza,
en la fe de mi corazón,
para expiar pecados
de los amores imposibles.

En la tumba de la crucifixión
inmaculadamente grabadas
se han de consagrar
todos los sacrificios que aguantó
el desastre del Levítico,
y harán hipóstasis en un primer
y último gran beso,
en la despedida sin adiós.

Consolaré… las lágrimas,
los sollozos, los gemidos,
las almohadas empapadas,
de vida y aroma,
la frustración ante lo imposible.
Consolaré… lo haré.
Lo consolaré con el ángel de mi memoria,
con los milagros compartidos,
con lo cotidiano e imposible
que no es cuantificable,
que ya ha sido materializado y fue vivible.
Que ha sido prueba inevitable,
de que nuestro amor existió.

 Por JEF (fecha de la publicación)