Un banquete en la República.
En la "República" que planeaba Aristocles Podros quería heredarnos algo mejor dónde vivir y convivir, desde temprano en la historia universal.
En ese bosquejo idílico, que conjeturaba con particular sagacidad, había espacio para intelectuales, para bravíos, para artesanos y hombres agrícolas. Sin embargo, había un grupo de personas en particular que -cuando menos- debían ser exiliados de esa sociedad paradisíaca, esto por ser considerados infames retores mentirosos, llegaban casi a herejes por hacer uso de una cuasi-virtud pseudo-creadora. Sí, en efecto, hablamos de los poetas.
Estos ruines, que con sus palabras encomian lo divino, adornan lo bello, aspiran a lo trascendental, no son más que farsantes; no entienden de qué va esto de la sociedad política. Quieren, sin duda, usando balas de lírica, asesinar las aspiraciones del sagaz y el astuto, para fundar su imperio de ternura y patetismo.
Quieren luchar contra la posesión diabólica de la seguridad y la superficialidad, yendo más allá de lo inmanente a buscar en los Olimpos ese algo que no saben expresar.
Osan amar más allá de la carne, pretenden amar más allá del beso. ¡¿Qué saben del amor estos perjuros que nunca han sido amados?!
Descuidan su vida en medio del vino y en su embriaguez comparan con dioses a sus hálitos de locura. No se interesan por ser críticos de la noticia de primera mano, ni por ingresar en el círculo de los iniciados en el conocimiento abstracto de lo incomprensible... ¡¿Qué saben del mundo los que rehusan comprender y sólo admiran?!
¡¿Qué demonios tienen en la cabeza estos animales impíos?!
Pero, hermanos míos, no quiero se alarmen tanto. ¡Aristocles Podros triunfó!
Desde que la mujer desató su ira contra el poeta y buscó no desligarse de la sangre de oro, de plata o bronce... No superar el amor a la sangre en general.
¡Los poetas han muerto!
Estos ruines, que con sus palabras encomian lo divino, adornan lo bello, aspiran a lo trascendental, no son más que farsantes; no entienden de qué va esto de la sociedad política. Quieren, sin duda, usando balas de lírica, asesinar las aspiraciones del sagaz y el astuto, para fundar su imperio de ternura y patetismo.
Quieren luchar contra la posesión diabólica de la seguridad y la superficialidad, yendo más allá de lo inmanente a buscar en los Olimpos ese algo que no saben expresar.
Osan amar más allá de la carne, pretenden amar más allá del beso. ¡¿Qué saben del amor estos perjuros que nunca han sido amados?!
Descuidan su vida en medio del vino y en su embriaguez comparan con dioses a sus hálitos de locura. No se interesan por ser críticos de la noticia de primera mano, ni por ingresar en el círculo de los iniciados en el conocimiento abstracto de lo incomprensible... ¡¿Qué saben del mundo los que rehusan comprender y sólo admiran?!
¡¿Qué demonios tienen en la cabeza estos animales impíos?!
Pero, hermanos míos, no quiero se alarmen tanto. ¡Aristocles Podros triunfó!
Desde que la mujer desató su ira contra el poeta y buscó no desligarse de la sangre de oro, de plata o bronce... No superar el amor a la sangre en general.
¡Los poetas han muerto!
Por: EBL (2004)